domingo, 27 de mayo de 2007

El maestro de lo indescifrable



Fiel a su costumbre de innovar de manera constante, Takeshi Kitano cuenta una historia que puede confundir a más de un espectador. Pero lo que no se le puede discutir al director japonés es su capacidad de inventiva y su promesa de hacer una película “inclasificable”, tal cual él había prometido.

Varias escenas son largas y quizás hasta se desvíen de la trama, pero qué importa, ya que el film nunca tiene un claro hilo conductor. El ritmo es cambiante, por lo que algunas partes se hacen tan lentas que pueden exasperar al público. Pero otras, son tan dinámicas, que nadie puede moverse de su asiento para estar atento ante cada movimiento de los actores.

Kitano personifica al personaje principal como ya lo hizo, por ejemplo, en Zatoichi, aunque acá interpreta a los protagonistas de la historia. En esta ficción, el director japonés encarna a dos Takeshis: uno es el actor reconocido, una estrella. Mientras que el otro, es un extra de tercera línea que asiste a castings para papeles pequeños y es humillado de manera permanente.

Por otro lado, también existen situaciones en donde ambos “actores” se encuentran, lo que despierta más de una carcajada en el público.

Otro punto a destacar son las pesadillas que tienen los personajes. Sueños oscuros y complejos que se convierten en sucesos bizarros, para caracterizar a una película donde el espectador “no va a saber qué hacer ni qué decir”, tal como había asegurado Kitano.

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