domingo, 20 de mayo de 2007

Un pueblo que resiste frente a las presiones del sistema


Trabajar para vivir. Hace un largo tiempo que los trabajos tradicionales de un pueblo han tenido que ser modificados por el avance tecnológico. Este es el caso de Saint Marie la Mauderne, un pequeñísimo pueblo que está ubicado sobre la costa norte de Canadá. Mudarse a la ciudad parece ser el destino obligado para aquellos que quieran subsistir. Pero el puñado de personas que vive en el lugar no resigna su deseo de quedarse cuando se entera de que la única manera de poder abrir una fábrica es teniendo un médico que resida allí.

“El sistema se come a estos pueblos”. Esa afirmación toma vida en La gran seducción, una película que cuenta la historia de un pueblo pesquero del norte de Canadá, que pugna por mantenerse a flote. Por más de que se trate de una ficción, esa situación tiene un alto toque de realismo, que hace pensar en cuántas pequeñas ciudades se encuentran en las mismas circunstancias.

De ser un pueblo costero que siempre vivió de la pesca a tener que limitarse a cobrar un fondo de seguridad social –que de poco sirve, por cierto- existe una gran diferencia. Las raíces son las raíces. No cabe en la mente de esas personas tener que dejar sus humildes casas para perderse en el laberinto de la inmensa ciudad.

Todo anda tan mal en Saint Marie la Mauderne que hasta el alcalde decide marcharse a la ciudad para probar suerte, o mejor dicho, para ganar plata. Pero lejos de dejarse caer en las redes de un capitalismo que destruye a las poblaciones más chicas, un viejo pescador decide tomar las riendas del pueblo. Germain Lesage pone manos a la obra y se interioriza en la búsqueda de un médico de Québec.

Ahora la suerte parece estar de su lado, ya que el ex alcalde –devenido ahora en oficial de tránsito- detiene a un cirujano plástico en una autopista de Montreal. Al encontrarlo con tenencia de cocaína, se le conmuta la pena para que se traslade durante treinta días a Saint Marie la Mauderne.

Ahora tienen que convencer a Christopher Lewis para que se instale allí, por lo que se interesan en sus aficiones. Por ejemplo, enterados de que es fanático del críquet, investigan todo acerca de ese deporte que hasta ese entonces era desconocido para ellos.

No obstante, el fisco no sólo les exige que la presencia de un doctor es necesaria para poder abrir la fábrica de

envases, si no que también les “recomiendan” pagar cincuenta mil dólares para acceder a esa fuente de trabajo. Claro está, las coimas son requeridas en cualquier parte del mundo.

Pero cuando el médico se entera de toda la farsa que han montado los habitantes, se siente traicionado, estafado. Sin embargo, el cariño que ha tomado por el pueblo es tal, que deja de lado esas sensaciones para ayudarlos, debido a esa sinceridad que ve en el rostro de cada uno de ellos, y ese afecto mutuo que se han profesado durante ese mes.

Esta historia quizás se la pueda emparentar con el escándalo de corrupción que debió atravesar el Partido Liberal en 2004, en la provincia de Québec, cuando todavía estaba en el Gobierno. En 2002, el diario The Globe and Mail averiguó adónde habían sido destinados los fondos federales y se descubrió que se habían contratado agencias de publicidad sin convocar un concurso público. Esa publicación fue una de las razones por las que el gobierno de Paul Martin tuvo que convocar a elecciones anticipadas para el 23 de enero de 2006.

Saint Marie la Mauderne no será más un pueblo que viva de la pesca como lo solía hacer años atrás, pero por lo menos se mantendrá en pie, gracias al orgullo y la dignidad de sus habitantes por no rendirse ante las adversidades de la globalización.

No hay comentarios.: